En 1977, un Robert Bresson de una lucidez estremecedora se acerca al mundo y a la carne agitados por el diablo.

Hay tanta verdad en esta obra maestra (la penúltima de un reaccionario auténtico) que llamarla profética es quedarse muy corto. Bresson se sabe servidor de una verdad, de un bien, de una belleza que no son suyos.

Una infinita piedad acaricia sin sensiblería todo lo que mira. Es aterradora la conciencia que tiene Bresson de la esterilidad del páramo. Del drama de quien se cree libre y es esclavo del peor dueño, uno mismo. 

 

  • «En tu pasión por lo verdadero, puede que sólo vean lo maniaco»
  • «Temblor de las imágenes que despiertan»
  • «Soñé que mi película se hacía paulatinamente ante la mirada, como una tela de pintor eternamente fresca»
  • «No te niegues a los prodigios. Ordena a la luna, al sol. Desata el trueno y el rayo»
  • «Una película muy comprimida no revelará desde el comienzo lo mejor que tiene. Primero se ve en ella lo que parece a lo ya visto. (tendría que haber en París una pequeña sala, muy bien equipada, donde sólo se darían uno o dos films al año»